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El altar de muertos en valores calóricos



El Día de Muertos es una de las festividades más bellas y únicas del mundo. Es reconocida globalmente, tanto así que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) la considera un patrimonio cultural de la humanidad. Es una celebración que une el pasado y el presente en más de una forma. El Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED) nos narra que esta celebración tiene inicios en los pueblos prehispánicos, donde se le organizaba una fiesta al difunto para guiarlo al Mictlán, que es, en la mitología azteca, el inframundo. Durante las festividades se servía comida que le gustaba al fallecido para que a éste no le diera hambre, ya que el camino por Mictlán no era algo sencillo ni corto. Lo conforman nueve niveles con diferentes pruebas nada sencillas, una comidita era algo más que necesario. En la visión indígena, el Día de Muertos era la oportunidad de las almas de regresar a casa para convivir con su familia y deleitarse con la comida que más disfrutaban en vida. Posteriormente, con la conquista española y la mezcla de tradiciones y cultura, el Día de Muertos quedó unido a tradiciones católicas. Hoy se celebra el primero de noviembre, Día de Todos los Santos, y el dos de noviembre, Día de los Fieles Difuntos. Ahora es una festividad colorida, bella, solemne y sí te has dado cuenta llena de comida, aspecto que ha sido importante desde los orígenes de la festividad. Para celebrar esta fiesta, hagamos algo más cultural, divertido, pero con un poco de ciencia; veamos cuántas calorías le damos a nuestros difuntos visitantes. Es una festividad llena de alimento para vivos y muertos, así queda nuestra pregunta: ¿Cuántas calorías hay en la comida del Día de Muertos?



El primer alimento, lo encuentras en los supermercados, ¡sin vergüenza!, desde septiembre. Es dulce, suave y delicioso, es el pan de muerto. Este pan tiene orígenes prehispánicos, en dos ceremonias. Se le preparaban y ofrendaban panes a la diosa Cihuapipiltin, una colección de espíritus malévolos, o tal vez sólo algo enojados y frustrados, de mujeres que habían muerto en el primer parto. La otra ceremonia, era para el dios Huitzilopochtli, donde se preparaba una especie de pan y se le daba forma de hueso. Se considera que el pan más cercano a lo que hoy disfrutamos es el papalotlaxcalli o pan mariposa, que al parecer era más cercano a una tortilla que a un pan. Nuestro pan de muerto no es lo más sano, pero si lo más delicioso. Este manjar tiene de 333 a 350 calorías y los nutrientes que aporta son en su mayoría carbohidratos, con alrededor de 45 gramos de éstos. Los carbohidratos son azúcares y suelen usarse para hacer energía rápida. Las células usan la glucosa para formar ATP, que es como la moneda celular, si una célula desea realizar una acción le costará ATP. Lo malo de los carbohidratos es que si no se usan, los transformamos en grasa. El pan de muerto también nos da grasa, lo equivalente a 3 cucharadas de mantequilla o 15 gramos de grasa, la cual se guarda en adipocitos para usarla después, pero si no realizamos ejercicio, nunca se usa y sólo se acumula causando obesidad.




De vivos colores, intrincados diseños y un sabor muy dulce, está la calaverita de azúcar. Este dulce y adorno de ofrenda tradicional tiene su origen en la conquista de México. Los pueblos prehispánicos solían guardar los cráneos de los difuntos para usarlos en ofrendas y celebraciones. No obstante, a los españoles no les dio gracia, pero ante la resistencia de los pueblos prehispánicos se tuvo que llegar a un nuevo acuerdo o mejor dicho a un sustituto, la calaverita de azúcar. Hoy son un dulce tradicional y único de México, que ha llegado a ser toda una moda en el extranjero por sus vivos colores y bellos diseños. Su nombre te debió dar una pista, este alimento es puro azúcar y aunque es muy bella, es mejor de adorno que de comida. Las calaveritas de azúcar son una bomba de calorías vacías, las pequeñas tienen 320 calorías y son puro carbohidrato simple, en realidad llamarla un nutriente es burlarse de la nutrición. Si quieres comer calaveritas, mejor elige la versión de amaranto y miel que tiene la mitad de calorías y al menos proporciona fibra.


Para el camino siempre es necesaria una bebida y no hay brebaje que dé más confort y paz que un chocolate caliente. El mejor chocolate caliente es el mexicano, es suave, dulce, pero sin ser una malteada azucarada, espumoso, un poco especiado y es líquido. Más de uno se ha llevado una decepción al viajar y descubrir que le dan algo más parecido al fondue de chocolate, que a una taza de chocolate caliente. Esta bebida también tiene orígenes en los pueblos prehispánicos y en España, una bebida de dos mundos. Los olmecas, mayas y aztecas usaban los granos de cacao para hacer bebidas medicinales, ceremoniales y para la nobleza. Sin embargo, en sus orígenes no era dulce ni caliente, era más bien una bebida especiada y posiblemente algo amarga. Cuando España conquistó a los pueblos prehispánicos, llevó el cacao al Viejo Mundo y posiblemente en un inició no tuvo mucho éxito comercial. Los españoles modificaron las bebidas indígenas agregando azúcar, miel e incluso vainilla y crearon el chocolate caliente, el cual se volvió un furor en España. El chocolate caliente es una bebida que se puede adaptar bastante, por lo que su contenido calórico cambia. Dependerá de qué leche se use, qué chocolate e incluso qué endulzante se le agregue. En promedio se considera que una taza tiene alrededor de 150 a 200 calorías. El chocolate caliente es en su mayoría carbohidratos, seguido de grasa y un poco de proteína, la cual es otorgada por la leche. A diferencia de otros platillos, también proporciona calcio, necesario para la mineralización ósea y vitamina D, necesaria para movilizar calcio por el cuerpo.




El atole es otra bebida tradicional mexicana y parte de los altares de muertos. También suele estar caliente, por lo que da confort en los meses otoñales e invernales. El atole tiene sus orígenes en el México prehispánico, donde no era una bebida, sino una comida que debía ser acompañada de una bebida, tal como se describe en Historia natural de la Nueva España. Originalmente, se podría pensar como una tortilla líquida, era un alimento hecho de harina de maíz y agua. Sin embargo, con el tiempo se le agregó fruta, especias, vainilla, miel o chocolate. Para los momentos en donde los españoles ya estaban en México, se describe la existencia de al menos 17 atoles diferentes. Hoy existe una gran variedad de sabores y colores, y contra lo que podrías pensar, no son tan calóricos, aunque siempre hay que considerar que ingredientes lleva; el chocolate es más calórico que las zarzamoras. En términos generales, por cada 100 gramos de maíz hervido, un atole tiene 123 calorías, si se le agrega leche tendrá más. Aunque en su mayoría son carbohidratos, se considera que tiene fibra, vitaminas del complejo B, que son necesarias para la formación de nuevas células, y minerales importantes como fósforo, magnesio, zinc y potasio. El magnesio y el zinc son necesarios para varias enzimas, proteínas que aceleran procesos metabólicos. El fósforo es necesario para formar hueso, ya que junto con el calcio forman un mineral llamado hidroxiapatita. Finalmente, el potasio es de los minerales más importantes porque es necesario para el sistema nervioso central y el correcto latir del corazón.


Ya que empezamos a hablar del maíz, veamos otro alimento que lo usa y es una estrella del altar y la comida del Día de Muertos. Se trata de los tamales, otro platillo de origen prehispánico que ha cambiado con el paso del tiempo. En las fiestas prehispánicas se servían tamales para honrar a la tierra, los cultivos, la cosecha y a los muertos. Eran un alimento protagonista de los eventos sociales y culturales. Sin embargo, no estás imaginando el tamal correcto. En los tiempos prehispánicos el tamal era un alimento extremadamente sano elaborado con maíz, calabaza y chiles, toda una maravilla vegana. Posterior a la conquista, se empezaron a preparar los tamales que hoy tú y yo conocemos. Los españoles trajeron manteca de cerdo y el tamal moderno nació. Se le agregó grasa y carne y se le quitaron las verduras, excepto el maíz. Hoy este pequeño platillo es una bomba de calorías. Constituido principalmente por grasa y azúcares, el tamal no es lo más sano. Aunque varía dependiendo de los rellenos, la proteína animal que se le ponga y el tamaño, los tamales van de entre 400 a casi 800 calorías. Si el tamal es una bomba de calorías, el guajolocombo, invento estrella de México, es una bomba nuclear, con alrededor de 1080 a 1200 calorías. Con moderación, este alimento puede ser sano, ya que tiene vitaminas del complejo B, necesarias para el correcto funcionamiento de las enzimas de las células. Tiene vitamina B9 o folato, la vitamina más importante del embarazo. Proporciona minerales importantes como hierro, necesario para la sangre; zinc y magnesio, necesarios para varias enzimas del metabolismo, y potasio, uno de los electrolitos que más se necesitan y menos se consume. Sin embargo, es alto en grasa y carbohidratos, que son los culpables de hacernos engordar. Lo mejor es la moderación de este delicioso platillo.




El último platillo a tratar viene en una gran gama de colores y es reconocido mundialmente. Se trata del mole, de negro a amarillo e incluso en rosa, es un platillo que muchos disfrutan. La gente con mucha tradición tal vez prepare mole y lo ponga en la ofrenda, pero por suerte también puedes conseguir la clásica representación en algún mercado. El mole, como muchos de los platillos que hemos discutido, es una mezcla de culturas. En la época prehispánica se llamaba mulli y era una salsa de chiles que se ofrecía a los dioses, se daba en fiestas y se servía en funerales. La conquista trajo muchos nuevos productos, entre ellos especias. El mole que se conoce hoy en día se creó en la Nueva España por Sor Andrea de la Asunción, e incluso existe una leyenda sobre su creación accidental. El mole es de los platillos más difíciles de catalogar en la escala de lo sano. Con sus 571 calorías por media taza o 100 gramos, este platillo tiene fenoles, que son fitoquímicos (fito significa que proviene de las plantas), los cuales son antioxidantes. Los antioxidantes protegen a la célula y a su ADN al quitar químicos que son reactivos y tienen capacidad de dañar estructuras celulares. De todos los platillos es el que más proteínas tiene. En cuestión de minerales también es una buena fuente de calcio, potasio y magnesio. En realidad, el mole da todo el magnesio que se necesita consumir en un día. Sin embargo, la mayoría de sus macronutrientes son grasas, que sin duda necesitamos, pero en exceso no son buenas.


Existen muchos alimentos que van en la ofrenda. Después de todo, se pone lo que le gustaba a nuestros familiares y amigos. Sin embargo, estos seis alimentos son los más tradicionales. La mayoría son altos en grasa y carbohidratos, que en exceso son detrimentales para la salud. Estos platillos son bajos en proteína (excepto el mole con pollo), este nutriente es el mejor para mantener el cuerpo en su estado libre de grasa. Que no sean lo más sano, no significa que no se puedan consumir, es más, el atole se considera bastante sano y los panes en moderación son ricos y para nada detrimentales para la salud. Sin embargo, estos alimentos requieren de moderación. Posterior al Día de Muertos, nuestros difuntos vuelven al más allá con la panza llena y tal vez un poco más gorditos, ya que sólo esos seis platillos tradicionales juntan alrededor de 2,264 calorías, pero dado que hay más platillos en una ofrenda, y que a todos nos gusta repetir de vez en cuando nuestro platillo favorito, es posible que las comidas del día de muertos doblen las calorías necesarias por un día. La mejor recomendación para este Día de Muertos es disfrutar, pero con moderación.



Lo más importante es disfrutar con moderación. Aunque sea difícil con tantos platillos deliciosos.


Referencias


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